viernes, 28 de enero de 2011

una flor

                                                               una   flor

una flor que viene encamino
es una migaja de amor
es una hermasura quele
llegan los rayos del sol.

al amanecer despide un hermaso
aroma que les  encanta a los   demas
cuando pasan junto a eya los
ase suspirar.

al pasar el tiempo susdelicados petalos caen
y van adornando
el camino
 de amar.

jueves, 20 de enero de 2011

el porfiriato

1¿PORFIRIO DIAS BUSCO ATRAER INVERCIONES EXRENJERAS PARA LO QUAL OFRECIO AL  R=INVENTARIOS Y FACILIDADES

2¿ GRACIAS ALASINVERCIONES TANTO COMO EXTRANGERAS  COMO NACIONALESQUE SE REACTIVAN?

R=EL COMERCIO
3¿LA INVANCION   EXTRANJERA  ERA  Y PARA   QUE?

R=ERA DE 100 MILLONESDE PESOS Y PARA EL PORFIRIATO

4¿AL FINAL DEL SIGLO XIX EMPEZO UN PROCESO DE ?

R=MODERANICION  EN NUESTRO PAIS

5¿LAS COMUNIDADES Y OTROS AVANCES  TECNOLOGICOS QUE MODIFICARON?

R= LA VIDA COTIDIANA

6¿LA INTRODUXION DE NUESTROS AVANCES  HIZO?

R= EVIDENTES LAS DESIGUALDADES

7¿LA FORMA INDEPENDIENTE POR LA CUAL LOS RECURSOS AL NO TENER OTRA OPCION?

R=LOS RECURSOS PARA SOBREVIVIR

8¿ENTRE GUELGAS INPORTANTES DESTACABAN?

R=UNOS MIEMBROS PORRISTAS

9¿QUE PROVOCO  A FINALES DEL SIGLO XIX?

R= EL DESCONTENTO DE LA GRAN PARTE DE LA POBLACION

10¿EN QUE AÑO EMPESO EL PORFIRIATO?

R= DE 1884 - 1911

UNA FLOR EN CAMINO




La muerta resucita cuando a tu amor me asomo,

la encuentro en tus miradas inmensas y tranquilas,

y en toda tú... Sois ambas tan parecidas como

tu rostro, que dos veces se copia en mis pupilas.

Es cierto: aquélla amaba la noche radiosa,

y tú siempre en las albas tu ensueño complaciste.

(Por eso era más lirio, por eso eres más rosa.)

Es cierto, aquélla hablaba; tú vives silenciosa,

y aquélla era más pálida; pero tú eres más triste. 





Dormir




¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo

deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño

es un estado de divinidad.

El que duerme es un dios... Yo lo que tengo,

amigo, es gran deseo de dormir.


El sueño es en la vida el solo mundo

nuestro, pues la vigilia nos sumerge

en la ilusión común, en el océano

de la llamada «Realidad». Despiertos

vemos todos lo mismo:

vemos la tierra, el agua, el aire, el fuego,

las criaturas efímeras... Dormidos

cada uno está en su mundo,

en su exclusivo mundo:

hermético, cerrado a ajenos ojos,

a ajenas almas; cada mente hila

su propio ensueño (o su verdad: ¡quién sabe!)


Ni el ser más adorado

puede entrar con nosotros por la puerta

de nuestro sueño. Ni la esposa misma

que comparte tu lecho

y te oye dialogar con los fantasmas

que surcan por tu espíritu

mientras duermes, podría,

aun cuando lo ansiara,

traspasar los umbrales de ese mundo,

de tu mundo mirífico de sombras.


¡Oh, bienaventurados los que duermen!

Para ellos se extingue cada noche,

con todo su dolor el universo

que diariamente crea nuestro espíritu.

Al apagar su luz se apaga el cosmos.


El castigo mayor es la vigilia:

el insomnio es destierro

del mejor paraíso...


Nadie, ni el más feliz, restar querría

horas al sueño para ser dichoso.

Ni la mujer amada

vale lo que un dormir manso y sereno

en los brazos de Aquel que nos sugiere

santas inspiraciones. ..

«El día es de los hombres; mas la noche,

de los dioses», decían los antiguos.


No turbes, pues, mi paz con tus discursos,

amigo: mucho sabes;

pero mi sueño sabe más... ¡Aléjate!

No quiero gloria ni heredad ninguna:

yo lo que tengo, amigo, es un profundo

deseo de dormir... 


NO SE QUIEN ES



¿Quién es? -No sé: a veces cruza

por mi senda, como el hada

del ensueño: siempre sola...

siempre muda... siempre pálida...

¿Su nombre? No lo conozco.

¿De dónde viene? ¿Do marcha?

¡Lo ignoro! Nos encontramos,

me mira un momento y pasa:

¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...!

¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!


Mujer: ha mucho que llevo

tu imagen dentro del alma.

Si las sombras que te cercan,

si los misterios que guardas

deben ser impenetrables

para todos, ¡calla, calla!


¡Yo sólo demando amores:

yo no te pregunto nada!


¿Buscas reposo y olvido?

Yo también. El mundo cansa.

Partiremos lejos, lejos

de la gente, a tierra extraña;

y cual las aves que anidan

en las torres solitarias,

confiaremos a la sombra

nuestro amor y nuestras ansias... 


Cobardía




Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!

¡Qué rubios cabellos de trigo garzul!

¡Qué ritmo en el paso! ¡Qué innata realeza

de porte! ¡Qué formas bajo el fino tul...


Pasó con su madre. Volvió la cabeza:

¡me clavó muy hondo su mirada azul!


Quedé como en éxtasis... Con febril premura,

«¡Síguela!», gritaron cuerpo y alma al par.


...Pero tuve miedo de amar con locura,

de abrir mis heridas, que suelen sangrar,

¡y no obstante toda mi sed de ternura,

cerrando los ojos, la dejé pasar! 

   

Ofrecimiento




Señor, Tú regaste los campos de flores

que llenan el aire de aroma y frescor,

cubriste los cielos de inmensos fulgores

y diste a los mares su eterno rumor.


Doquier resplandece tu amor sin segundo;

la tierra proclama tu gloria doquier;

y en medio a esos himnos que brotan del mundo,

yo quiero elevarte mi voz de placer. 



El celaje




¿Adónde fuiste, Amor; adónde fuiste?

Se extinguió del poniente el manso fuego,

y tú que me decías: «hasta luego,

volveré por la noche»... ¡no volviste!


¿En qué zarzas tu pie divino heriste?

¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?

¿Qué nieve supo congelar tu apego

y a tu memoria hurtar mi imagen triste?


...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso,

de mi balcón atalayando vivo

el campo verde y el confín brumoso;


y me finge un celaje fugitivo

nave de luz en que, al final reposo,

va tu dulce fantasma pensativo. 

En paz




Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;


porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;


que si extraje la miel o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales, coseché siempre rosas.


...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!


Hallé sin duda largas noches de mis penas;

mas no me prometiste tú sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...


Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! 


Perlas negras - VIII




Al oír tu dulce acento

me subyuga la emoción,

y en un mudo arrobamiento

se arrodilla el pensamiento

y palpita el corazón...

Al oír tu dulce acento.


Canta, virgen, yo lo imploro;

que tu voz angelical

semeja el rumor sonoro

de leve lluvia de oro

sobre campo de cristal.

Canta, virgen, yo lo imploro:

es de alondra tu garganta,

¡canta!


¡Qué vagas melancolías

hay en tu voz! Bien se ve

que son amargos tus días.

Huyeron las alegrías,

tu corazón presa fue

de vagas melancolías.


¡Por piedad! ¡No cantes ya,

que tu voz al alma hiere!

Nuestro amor, ¿en dónde está?

Ya se fue... todo se va...

Ya murió... todo se muere...

Por piedad, no cantes ya,

que la pena me avasalla...

¡Calla! 




El fantasma y yo




Mi alma es una princesa en su torre metida,

con cinco ventanitas para mirar la vida.

Es una triste diosa que el cuerpo aprisionó.

y tu alma, que desde antes de morirte volaba,

es un ala magnífica, libre de toda traba...

Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo!


¡Qué entiendo de las cosas! Las cosas se me ofrecen,

no como son de suyo, sino como aparecen

a los cinco sentidos con que Dios limitó

mi sensorio grosero, mi percepción menguada.

Tú lo sabes hoy todo..., ¡yo, en cambio, no sé nada!

Tú no eres el fantasma: ¡el fantasma soy yo! 


Espacio y tiempo




Espacio y tiempo, barrotes

de la jaula

en que el ánima, princesa

encantada,

está hilando, hilando cerca

de las ventanas

de los ojos (las únicas

aberturas por donde

suele asomarse, lánguida).


Espacio y tiempo, barrotes

de la jaula;

ya os romperéis, y acaso

muy pronto, porque cada

mes, hora, instante, os mellan,

¡y el pájaro de oro

acecha una rendija para tender las alas!


La princesa, ladina,

finge hilar; pero aguarda

que se rompa una reja...

En tanto, a las lejanas

estrellas dice: «Amigas

tendedme vuestra escala

de la luz sobre el abismo.»


Y las estrellas pálidas

le responden: «¡Espera,

espera, hermana,

y prevén tus esfuerzos:

ya tendemos la escala!» 

Tan rubia es la niña que...




Tan rubia es la niña que

que cuando hay sol, no se la ve.


Parece que se difunde

en el rayo matinal,

que con la luz se confunde

su silueta de cristal,

tinta en rosas, y parece

que en la claridad del día

se desvanece
la niña mía.


Si se asoma mi Damiana

a la ventana, y colora

la aurora su tez lozana

de albérchigo y terciopelo,

no se sabe si la aurora

ha salido a la ventana

antes de salir al cielo.


Damiana en el arrebol

de la mañanita se

diluye y, si sale el sol,

por rubia... no se la ve.
 




Jaculatoria a la nieve




¡Qué milagrosa es la Naturaleza!

Pues, ¿no da luz la nieve? Inmaculada

y misteriosa, trémula y callada,

paréceme que mudamente reza

al caer... ¡Oh nevada!:

tu ingrávida y glacial eucaristía

hoy del pecado de vivir me absuelva

y haga que, como tú, mi alma se vuelva

fúlgida, blanca, silenciosa y fría. 




A Kempis




Ha muchos años que busco el yermo,

ha muchos años que vivo triste,

ha muchos años que estoy enfermo,

¡y es por el libro que tú escribiste!


¡Oh Kempis, antes de leerte amaba

la luz, las vegas, el mar Oceano;

mas tú dijiste que todo acaba,

que todo muere, que todo es vano!


Antes, llevado de mis antojos,

besé los labios que al beso invitan,

las rubias trenzas, los grande ojos,

¡sin acordarme que se marchitan!


Mas como afirman doctores graves,

que tú, maestro, citas y nombras,

que el hombre pasa como las naves,

como las nubes, como las sombras...


huyo de todo terreno lazo,

ningún cariño mi mente alegra,

y con tu libro bajo del brazo

voy recorriendo la noche negra...


¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,

pálido asceta, qué mal me hiciste!

¡Ha muchos años que estoy enfermo,

y es por el libro que tú escribiste! 

Yo vengo de un brumoso país lejano




Yo vengo de un brumoso país lejano,

regido por un viejo monarca triste...

Mi numen sólo busca lo que es arcano,

mi numen sólo adora lo que no existe.


Tú lloras por un sueño que está lejano,

tú aguardas un cariño que ya no existe,

se pierden tus pupilas en el arcano

como dos alas negras, y estás muy triste.


Eres mía: nacimos de un mismo arcano

y vamos, desdeñosos de cuanto existe,

en pos de ese brumoso país lejano,

regido por un viejo monarca triste... 



¡Está bien!




Porque contemplo aún albas radiosas

y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas

en que tiembla el lucero de Belén,

y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas

gracias, ¡está bien!


Porque en las tardes, con sutil desmayo,

piadosamente besa el sol mi sien,

y aun la transfigura con su rayo:

gracias, ¡está bien!


Porque en las noches una voz me nombra

(¡voz de quien yo me sél), y hay un edén

escondido en los pliegues de mi sombra:

gracias, ¡está bienI


Porque hasta el mal en mí don es del cielo,

pues que, al minarme va, con rudo celo,

desmoronando mi prisión también;

porque se acerca ya mi primer vuelo:

gracias, ¡está bien





La puerta




Por esa puerta huyó, diciendo: «¡Nunca!»

Por esa puerta ha de volver un día...

Al cerrar esa puerta, dejó trunca

la hebra de oro de la esperanza mía.

Por esa puerta ha de volver un día.


Cada vez que el impulso de la brisa,

como una mano débil, indecisa,

levemente sacude la vidriera

palpita más aprisa, más aprisa

mi corazón cobarde que la espera.


Desde mi mesa de trabajo veo

la puerta con que sueñan mis antojos,

y acecha agazapado mi deseo

en el trémulo fondo de sus ojos.


¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo

he de aguardar con la mirada incierta

a que Dios me devuelva compasivo

a la mujer que huyó por esa puerta?


¿Cuándo habrán de temblar esos cristales

empujados por sus manos ducales

y, con su beso ha de llegarme ella,

cual me llega en las noches invernales

el ósculo piadoso de una estrella?


¡Oh, Señor!, ya la pálida está alerta:

¡oh, Señor, cae la tarde ya en mi vía

y se congela mi esperanza yerta!


¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta

y entre por ella la adorada mía!


...¡Por esa puerta ha de volver un día!




Me besaba mucho




Me besaba mucho, como si temiera

irse muy temprano... Su cariño era

inquieto, nervioso. Yo no comprendía

tan febril premura. Mi intención grosera

nunca vio muy lejos

¡Ella presentía!

Ella presentía que era corto el plazo,

que la vela herida por el latigazo




Azrael




Azrael, abre tu ala negra, y honda,

cobíjeme su palio sin medida,

y que a su abrigo bienechor se esconda

la incurable tristeza de mi vida.


Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,

ángel de redención, ángel sombrío,

ya es tiempo que consagres a la muerte

mi cerebro sin luz: altar vacío...


Azrael, mi esperanza es una enferma;

ya tramonta mi fe; llegó el ocaso,

ven, ahora es preciso que yo duerma...

¿Morir..., dormir..., dormir...? ¡Soñar acaso
!

del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad

quería dejarme su alma en cada abrazo,

poner en sus besos una eternidad. 




Via, veritas et vita




Ver en todas las cosas

de un espíritu incógnito las huellas;

contemplar

sin cesar

en las diáfanas noche misteriosas,

la santa desnudez de las estrellas...

¡Esperar!

¡Esperar!

¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura

y no soñada paz... Sereno y fuerte,

correr esa aventura

sublime y portentosa de la muerte.


Mientras, amarlo todo, y no amar nada,

sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;

cuidar de que en el áspera jornada

no se atrofien las alas, ni oleada

de cieno vil ensucie nuestras plumas.


Alma: tal es la orientación mejor,

tal es el instintivo derrotero

que nos muestra un lucero

interior.


Aunque nada sepamos del destino,

la noche a no temerlo nos convida.

Su alfabeto de luz, claro y divino,

nos dice: «Ven a mí: soy el Camino,

la Verdad y la Vida». 



Y el Buda de basalto sonreía




Aquella tarde, en la alameda, loca

de amor, la dulce idolatrada mía

me ofreció la eglantina de su boca.


Y el Buda de basalto sonreía...


Otro vino después, y sus hechizos

me robó; dile cita, y en la umbría

nos trocamos epístolas y rizos.


Y el Buda de basalto sonreía...


Hoy hace un año del amor perdido.

Al sitio vuelvo y, como estoy rendido

tras largo caminar, trepo a lo alto

del zócalo en que el símbolo reposa.

Derrotado y sangriento muere el día,

y en los brazos del Buda de basalto

me sorprende la luna misteriosa
.



JULIO ALEJANDRO SALAZAR NAJERA 5"B"